lunes, 28 de mayo de 2012

Analia y el sol

Este es mi trabajo para el proyecto del mes Adictos a la escritura. La consigna es escribir un relato basado en una imagen , que se repartió por parejas.



Analía era una muchacha alegre y feliz. De pequeña soñaba con ser madre. Siendo hija única había recibido mucho  amor y cuidado, además de una gran atención de sus padres que veían en ella el sol que iluminaba sus días. Ella también quería un sol para mimar y cuidar, en realidad, muchos soles. Su infancia y adolescencia la pasó en el campo, rodeada de caballos y perros, que eran sus únicos amigos.
Conoció a Osvaldo mientras estaba de paseo en la ciudad.  En ese momento sintió que el corazón se le salía del pecho, era el hombre con el cual siempre había soñado, atento, cortés, sincero… Y lo más importante la amaba con locura, como ella a él. El padre perfecto para sus hijos. Volvieron juntos al campo, donde se instalaron a vivir su amor. Cuando le contó su sueño de ser madre él estuvo de acuerdo. Comenzaron a imaginar  un hogar, hijos, muchos hijos….  ¡Hasta eligieron sus nombres!  Osvaldo sonreía con el entusiasmo de Analía, y esta no podía sentirse más feliz.
Con el paso del tiempo, y sin poder concretar su sueño Analía comenzó a retraerse, a aislarse. No entendía que podía estar mal, toda su vida había soñado con el momento de ser madre. Osvaldo comenzó a preocuparse al ver a su mujer tan deprimida. Pasaba muchos momentos sola, ensimismada, acariciando un vientre vacio. Osvaldo le traía libros, revistas para distraerla. Así Analia se enteró de nuevos métodos, comenzó a interesarse por  recomendaciones médicas, consejos de vecinas, nuevas posturas, remedios caseros… Probó todo, y Osvaldo la acompañó en cada una de sus nuevas propuestas, con paciencia, devoción y la esperanza de volver a tener a la Analía alegre de antes. Pero nada surtió efecto, hasta que decidieron viajar a la Capital, a ver un especialista que le recomendaron. Les hicieron mil y un estudios. No parecía haber nada anormal. Siguieron intentando sin resultado alguno. Cada vez Analía se sumia en una nueva tristeza, por las noches se levantaba a acunar a su bebe, a cantar canciones de cuna, quedándose dormida abrazada a un almohadón.
Al tiempo, recibieron una carta del médico que habían visitado, citándolos para la siguiente semana. Estaban ansiosos, esperanzados. Tal vez habían descubierto que estaba mal, estaban dispuestos a someterse al tratamiento que fuera necesario. Y si era costoso, pedirían un préstamo y si…
Por favor tomen asiento, dijo el médico. Su rostro no anticipaba nada bueno pensó Analía.
Hemos estado estudiando su caso, analizado pruebas y exámenes varios. Nunca encontramos el motivo por el cual no podes quedar embarazada Analía. Hasta la semana pasada.
El rostro de Analía se iluminó para apagarse inmediatamente al ver el semblante serio del doctor.
Hemos descubierto que no puedes tener hijos porque…
Analía no quiso seguir escuchando, se levantó y salió del consultorio. Osvaldo la siguió, intentando contenerla. Pero ella no lo oía ni lo veía, todo el mundo se desvaneció ante sus ojos. Se acurrucó en un escalón a arrullar a su bebe. Nadie podía entenderla. Todos sus soles se habían apagado.

martes, 22 de mayo de 2012

Sonrisas de ayer


Busco tu sonrisa

en fotografías viejas,

caricias del pasado

que hoy me ignoran.

Busco tu dulzura

en mi pecho guardada

temo que se desvanezca

con el paso del tiempo.

Eras un sol ayer

iluminándolo todo

hoy eres silencio

que duele en la piel...

Dejo ir el pasado

con sus alas extendidas

mas te espero,

en mi presente

si es que quieres,

si es que vuelves...


Imagen: Mujer mirando la luna- Victoria Sheridan



jueves, 17 de mayo de 2012

Palabras


Palabras que dicen
Palabras que callan
Palabras que ocultan
Palabras que mienten
Palabras que vuelan
Palabras que matan.

Palabras claras
Palabras puras
Palabras raras
Palabras asustadas.

Palabras dulces
Palabras sueltas
Palabras santas
Palabras ruines.

Palabras, palabras, palabras,
palabras que dicen todo,
palabras
 que no dicen nada.

jueves, 10 de mayo de 2012

Sin inspiración


Solo vos y yo.
Me miras esperando
mis palabras,
te miro
clamando inspiración.
Es tanto y tan mío,
es dolor y es miedo
son lágrimas que fluyen
angustia que rasguña,
fuerzas traidoras que se esfuman…
Quiero gritar
y no puedo,
me ahogo en mi propio silencio.
Solo vos
estás aquí
esperando que  dibuje
garabatos que me alivien.
Solo yo
estoy aquí
escribiendo estas líneas
que vivirán más allá del tiempo
y de mi misma…


Imagen: Mila Hajjar
Italia - USA
"Esperando la inspiración"

martes, 8 de mayo de 2012

El vestido


Todas hablaban al mismo tiempo. Reían. Eran felices. Contaban ilusionadas lo que cada una llevaría puesto, describían zapatos y accesorios. Yo las miraba un tanto alejada. Ellas no me veían y yo prefería el anonimato.  El baile de fin de curso era en una semana. Los chicos en el patio se mantenían ajenos al alboroto.
Alguien puso una mano sobre mi hombro. Me sobresalté, de tan ensimismada en mis pensamientos que estaba. Levanté  la mirada y me encontré con los ojos de Gladys, mi maestra. Ella me tomó de la mano y me llevó aparte. Me pidió que a la tarde fuera a su casa. Estaba intrigada. Y fui. Allí me esperaba con su gran cálida sonrisa. No dijo palabra, me condujo a una gran habitación, y justo en el medio, en un perchero, colgaba un hermoso vestido de fiesta.
Es un poco antiguo-  me dijo Gladys, pero es tuyo si lo querés. La miré perpleja y la abracé llorando. Tiene su historia, continuó diciendo, y realmente me gustaría que lo usaras. Me haría muy feliz. Cuando tenía tu edad, para el baile de fin de curso, mi padre no tenía plata para comprarme un vestido. Mi madre había fallecido cuando yo tenía dos años. Ni siquiera se lo mencioné a mi papá porque sabía que lo pondría muy triste. Así que unos meses antes, a la salida de la escuela, comencé a trabajar, para juntar plata. Volvía a casa agotada, me quedaba dormida en clase y mis notas se rebelaron. La maestra citó a mi papá. Nunca le conté la verdad, pero de alguna manera lo averiguó. Pocos días antes del baile, comprobé que la plata que había juntado no me alcanzaba para comprar ni los botones. Lloré en mi habitación toda la noche. Mi papá seguía sin decir palabra. Todas mis amigas estaban emocionadas, no hablaban de otra cosa. Al regresar esa tarde del colegio, arriba de mi cama, encontré un paquete. Me probé entre lágrimas un hermoso vestido, que abrazó mi piel. Este vestido. Tu vestido.

Cuando llegué al baile, muchas miradas se posaron sobre mí, risitas, cuchicheos y codazos eran apenas disimulados.
Andrés se acercó y me invitó a bailar. Me sentí en las nubes, nada me importaba, todo a mí alrededor desapareció… 

jueves, 3 de mayo de 2012

Una mirada


Como siempre apurada alcancé el tren, segundos antes de la partida. Encontré un asiento libre y aterricé en él con todos mis bártulos. Cuando terminé de acomodarme presté atención al hombre que tenía sentado frente a mí. Me estaba mirando. Fijo. Casi no parpadeaba. Pensé que en mi apuro había descuidado algo de mi aspecto. Me pasé la mano por el pelo, tratando de acomodar mis mechas revolucionadas. Nada. Seguía mirándome. Me miré el atuendo, todo estaba en su sitio. Seguía observándome. Me sentía incómoda. No era correcto preguntarle nada. Le enfrenté la mirada en un intento de hacerle ver que me molestaba. Ni se inmutó.
Tenía unos treinta años, pelo muy corto, oscuro, ojos penetrantes, tristes. Estaba afeitado y pulcramente vestido. Pinta de sátiro no tiene me dije en un intento de darme ánimo.
Le sonreí. No pareció importarle. Seguía inmóvil, tieso, mirándome. Intenté mirar por la ventana, y por el rabillo del ojo espiarlo. No dejo un sólo instante de mirarme, ni uno sólo. ¿Se habrá enamorado de mí? ¿Estará pensando como declararme su súbito amor? No, no es posible, me hubiera sonreído, dado una señal, algo...
Saqué un libro, leí un par de líneas,  no podía concentrarme. Sus ojos me atraían como un imán. Lo espiaba escondida, amparada por las letras de James Robertson. Guardé el libro, no me servía de escudo frente a su mirada, que parecía perforarme.
Trate de recordar si esta mañana me había puesto desodorante. No tenía olor desagradable, al contrario, me había bañado y lavado la cabeza, mi aspecto era el de una chica normal, un poco distraída y apurada sí, pero nada fuera de lo común. ¿Qué le pasaba a este hombre que no me sacaba la vista de encima ni un instante? Miré a mi alrededor, nadie parecía reparar en nosotros, nadie en el tren notaba nada raro. Traté de tranquilizarme, aunque era difícil con este hombre mirándome así.
Miré el reloj, nueve y media, en diez minutos llegaría a destino. Diez minutos. Estaba alterada. Comencé con una mueca pequeña, casi imperceptible. Nada. Le saqué la lengua. Nada. Le hice mi famosa cara de mono que a mis sobrinos hace desternillar de risa. Nada. Si no fuera porque tenía los ojos abiertos pensaría que estaba dormido. Llegamos. Espere unos instantes, demorándome en agarrar mis cosas, dándole tiempo para que me dijera algo. El se puso de pie, desde algún lugar sacó su bastón, lo desplegó y se fue.