lunes, 27 de agosto de 2012

Progreso

El orgullo de la gran ciudad se había cumplido. Ya tenía diez millones de automóviles. Las personas poco a poco habían ido desapareciendo. Las calles grises, contaminadas, habían destruído la vida humana. Los autos eran los dueños de la calle, ellos vivían felices. Avanzando y retrocediendo, estacionando y arrancando en una gran ciudad orgullosa. Aunque vacía, sin alma...

Inspirado en el microcuento : Diez millones de automóviles de Ramón Gómez de la Serna.

jueves, 23 de agosto de 2012

El espejo del alma

Como todos los días sentada frente al espejo comienza el ritual de maquillarse. Primero humecta su cara, luego se aplica base, y distraídamente se encuentra con sus ojos. Dos circulos oscuros, muy oscuros, que se abren como un túnel, largo e invitante. Se adentra en él , a tientas, impulsada por una fuerza inexplicable que la llama, la atrae. Al principio sus pasos son lentos, inseguros, mas a medida que avanza el túnel se aclara, y las imágenes llegan nitídas, brillantes..


Ve a una niña, de unos cinco años, peinada con raya al medio, con dos bucles atados a los costados. Su ropa está tejida a mano, por su mamá. Una sonrisa ilumina su rostro, inocente y puro. La imagen es en blanco y negro. Cuando le preguntaron que quería ser cuando fuera grande contestó segura: Mamá. Nunca comprendió por qué su respuesta les causó tanta gracia. Avanza un poco más y ahora ve a esa misma niña con un vestido de color rojo a lunares amarillos, verdes y azules. Hoy cumple ocho. Su abuela le hizo la torta de chocolate decorada con almendras que tanto le gusta. Se la ve feliz. La imagen se disipa, no quiere perderla, en su lugar aparece la niña llorando porque se peleó con su hermano, le duele mucho, la paliza y su orgullo. Ve a su padre que le explica lo que le enseñaron a él, uno de los dos siempre tiene que ceder, ser más bueno que el otro. Ella asiente, aceptando ser ella la más buena, la que siempre cede, la que no pelea. La mujer de hoy grita que no , que ya basta de ceder siempre, que no es justo.

En las fiestas escolares ve a su mamá, siempre hermosa, distante. Su corazón desborda de amor y orgullo por ese ser que le dio la vida.

A los quince sale a caminar con su papá en una noche tibia de verano, mientras charlan, escucha consejos y lecciones de vida. Las palabras son hamacadas por una suave brisa y por el amor de su padre.

Una joven de veintitres años recibe un diploma, comprendiendo tarde que era otro el diploma que queria tener en su mano. Mas no supo cómo, era incapaz de decepcionar a sus padres.

Ahora ve a una novia vestida de blanco, con cinco metros de cola. Desborda felicidad...

A los veinticinco se convierte por primera vez en madre, concretando el sueño de su niñez. Luego a los veintinueve, su corazón se estruja al ver a su segunda hija, tan chiquitita, prematura...

A los treinta, en el dia de su cumpleaños su mamá que la abraza y le dice que está muy linda. Conserva el frasco de perfume, ya vacio que recibio ese dia.

La mujer de hoy se abre paso entre todos los personajes, más madura. Con cicatrices en el cuerpo y tambien en el alma.

El túnel se oscurece lentamente, trayéndola de regreso. Pocas veces quiere a la imagen que le devuelve el espejo, casi nunca...



lunes, 13 de agosto de 2012

Una cena



-Te pasa algo con ella?


Roberto no contestó. Fingió no haberla oído. Odiaba los reclamos que su mujer se empeñaba en plantear. Estela no se dio por vencida y volvió a preguntar.

- No se de que hablás mujer, las novelas esas que mirás te están empezando a afectar el cerebro.

Estela se quedo callada un momento, mordiendose el labio inferior. No quería discutir, aunque no pudo contenerse y agregó en un tono glacial:

-Roberto me doy cuenta como la mirás, como se ilumina tu cara cuando arreglamos para encontrarnos con ellos...

Estela vivia torturada por los celos, veia en cada mujer una rival. Roberto minimizaba siempre sus comentarios, aunque lo fastidiaban.

Mientras se preparaban para salir Estela miraba a su esposo disimuladamente. Se habia duchado, afeitado, había elegido la ropa cuidadosamente, se perfumó... Eran cosas que hacía siempre, mas ella veia en cada gesto, cada actitud, una confirmación de sus febriles sospechas.

Durante la cena, mientras charlaban animadamente, Estela estaba pendiente de sus miradas, de sus gestos.  Los demás estaban ajenos a la madeja de sospechas que se enredaba en su mente cada vez más. Cualquiera que los mirara vería a dos parejas disfrutando de una charla amena, sólo una persona muy perceptiva podría notar la oscuridad en la mirada de Estela.

Estela estaba esperando algún descuido, las palmas de sus manos húmedas la delataban.  Sumida en un infierno propio, que alimentaba con  brasas encendidas de celos y envidia sin par.

Cuando Celeste cayó inconsciente, los dos hombres, con el rotro contraído de angustia y temor, se levantaron a un tiempo, a socorrerla. Estela, en cambio, se quedó en la silla, incapaz de moverse. Sentía que al fin habia confirmado sus sospechas.