martes, 5 de noviembre de 2013

Amistad

Levantó la alfombra y alli estaba. Exactamente donde la había dejado. Respiró aliviado. La tomó con sumo cuidado y la llevó a su habitación.  No le quitaba la vista de encima, sabía que en cualquier momento podría saltar y hacerse daño. Por el rabillo del ojo vio a su mamá que lo miraba atenta, siguiendo todos sus pasos. No terminó de sentarse en la cama que unos débiles golpes en la puerta le indicaron que ella estaba alli. No esperó su permiso, jamás lo hacía, y entró. Pedro se preguntó para que se molestaba en golpear.
- ¿Qué hacés? inquirió su madre evidentemente intrigada con su comportamiento.
Conocía de sobra que no se daría por vencida hasta que obtuviera una respuesta que a sus ojos fuera satisfactoria. Cansado, optó por decirle la verdad.
- Tengo una pulga.
Su madre achinando los ojos, como siempre que se enojaba, le exigió una explicación.
Pedro miró a la pulga consternado, sabiendo que si no lograba convencer a su madre estarían ambos en problemas.
Le explicó lo mejor que pudo que la pulga era su amiga y lo acompañaba a todas partes. De esa manera se sentía menos solo y no le hacía daño a nadie.
Su madre dulcificó la mirada. Se acercó a la cama justo en el momento que la pulga saltó hacia ella. Pedro intentó detenerla pero fue inevitable. Su madre se sentó sobre la pulga, aplastándola  irremediablemente.