miércoles, 2 de marzo de 2016

Al acecho


Ella está bailando con sus amigas. Se ríen con esa complicidad de saberse observadas, admiradas, deseadas… Son todas lindas, aunque yo ya elegí. La mía tiene el pelo negro, muy largo, que se mueve acompañando cada movimiento de su cuerpo. Viste un pantalón corto blanco y una blusa que deja al descubierto su ombligo. Ese ombligo que pienso lamer, morder, chupar… Ella es mía, sé que no va a querer, por eso tengo todo preparado.  Quiera o no quiera.  ¿Qué importa? Hace dos horas que la observo, estoy a punto de explotar. No me ha mirado ni una sola vez. Soy invisible. ¡Qué ironía que a partir de hoy no podrá olvidarse de mi cara! Quedaré grabado para siempre en su memoria. Ya nadie podrá tocarla sin que ella me recuerde. ¡Soy tan feliz! Ya es hora. Camino lentamente hacia ella, saboreando el momento, le acerco gentilmente una botella  a la que previamente le agregué unas gotitas "especiales" y le sonrío con mi mejor sonrisa.
-Para vos preciosa, hace tanto calor que pensé que te vendría bien tomar un poco de agua, le digo empalagándome en mi propia dulzura.
Ella me mira, primero sorprendida, luego me sonríe a su vez, mientras el suelo se derrite a mis pies. Abre la botella sin dejar de sonreírme, mientras miro extasiado como va a beberla, sin previo aviso, me tira el líquido en la cara.  La miro con odio, y mientras me seco escucho las risas de sus amigas y  comienzo a correr, rápido, muy rápido, jurando que la próxima vez no se me va a escapar.